• Idioma
  • Mi Camino

    Mi madre fue íntima amiga del conocido sanador Bruno Gröning (1906-1959) a quien acompañó en sus viajes por Europa, por donde él impartía sus conferencias. Él predijo mi nacimiento y mi futuro camino en la vida. Y todo sucedió exactamente como él había pronosticado. Nací en el año 1960 y muchos de los amigos de mis padres eran personas enfermas a las que los médicos habían diagnosticado como “incurables”. Tal y como había ocurrido con mi madre. Pero por medio de los encuentros con Bruno Gröning todos quedaron absolutamente sanos. Debido a las narraciones de todas estas personas, yo crecí rodeada de evidencias sobre el poder curativo Divino. Se puede decir, que Bruno Gröning fue mi primer “profesor” y mi profunda conexión espiritual con él me ha acompañado durante toda mi vida.

    A los 7 años tuve mis primeros sueños premonitorios, los cuales forman una constante en mi vida, así como la facultad de percepciones extrasensoriales extendiéndose también a mi parte consciente. Con 13 años tuve mi primera experiencia extraordinaria. Mi caballo de 8 años tenía una enfermedad inoperable en una pata y los veterinarios nos dijeron, que no había solución médica y que, por tanto, deberíamos sacrificarlo. En mi desesperación recordé lo que aprendí de la fuerza Divina, puse mis manos encima de la pata del caballo y recé desde el fondo de mi corazón para la curación de mi caballo. Por vez primera sentí, como una sensación de hormigueo indescriptible que recorrían mis manos. El caballo se sanó completamente y vivió hasta los 25 años. Los veterinarios no pudieron dar ninguna explicación de lo ocurrido.

    Desde entonces la sed de conocimiento sobre sanaciones nunca me ha dejado y ya en mi adolescencia comencé a leer toda la literatura que pude conseguir sobre temas relacionados con la sanación. En el transcurso de mi vida han sido cientos de libros.

    Libros, profesores y cursos han habido muchos en mi recorrido, pero mi mayor escuela ha sido la vida misma. Desde mi infancia tuve que superar varios golpes del destino y enfermedades graves (algunas diagnosticadas como “incurables”) y más de una vez pensé poner fin a mi vida. Empecé a cuestionar todo lo que sabía y había experimentado hasta entonces sobre Dios, fe y sanación. Cuando ya no me quedaban fuerzas y no sabía qué hacer, finalmente "desperté" y comencé a comprender las vinculaciones con mi situación.

    Antaño mi foco estaba puesto en las enfermedades. Permití que me trataran los síntomas en lugar de dirigirme a la causa de las enfermedades. Si yo quería cambiar mi condición, primero tendría que cambiar mi postura hacia ella. No intentar a combatir la enfermedad sino estimular la salud en todos niveles. Cogí un nuevo camino y trabaje en mí misma no solo en nivel físico, cambiando toda mi alimentación, sino sobre todo en nivel mental y espiritual, practicando el control del pensamiento, la autodisciplina y las meditaciones regulares. Y sané completamente, dejé mi pasado atrás y emigre en 1993 a España.

    Cuando miro hacia atrás en mi vida me siento profundamente feliz por todo lo que pude aprender y experimentar. También por los largos años de sufrimiento, porque ellos han sido mi mejor etapa de crecimiento personal. Por medio de esto, experimenté en mi misma, en qué relación están las causas psíquicas con los síntomas físicos, particularmente en cómo nuestros pensamientos y sentimientos influyen en nuestra vida. Cada pensamiento tiene la tendencia a realizarse. Por lo que deberíamos ser conscientes y tener cautela a la hora de elegir nuestros pensamientos. Eso lo puede aprender cada persona. No somos víctimas de coincidencias o circunstancias exteriores, sino poderosos creadores de nuestra vida. Cada persona nace con el amor Divino dentro de ella. El amor es la fuerza curativa más poderosa en todo el Universo. Si damos a este amor interior más espacio y lo conectamos con el amor Divino del Universo, entonces de verdad pueden suceder los milagros.